Adquirir riquezas para atesorarlas

Es la segunda parte con que la RAE, define avaricia. La primera, es afán desmedido de poseer. No tengo clara cuál es la que mejor va con esta novela. Sea como fuere, «Las maravillas» habla de la avaricia y el poder del dinero.

Y de muchas otras cosas: como el papel de la mujer en la sociedad y su vigente deseo de cambio; de hasta qué punto hacemos equilibrios (véase portada) para alcanzar las metas impuestas por esa misma sociedad e incluso autoimpuestas; de dónde está la felicidad; de cómo el dinero lo maneja todo, sin que veamos muchas veces los hilos.

Existen muchas novelas realistas y luego está este bofetón de realidad, que es «Las maravillas». Una novela tan cargada de símbolos poéticos, que olvidas por momentos, que lo narrado por la Medel, es tu propia vida. Si acaso, la del vecino/a, pero la vida de hoy en día, al fin y al cabo.

Y claro, para que sea más digerible tanta dosis de verdad, es necesario colocarle a la historia, distintas capas de poesía. Esto lo resuelve magníficamente la autora, porque Elena Medel ha despertado a la novela, pero no puede esconder de dónde viene. ¡Y menos mal!

Es en esa maravilla poética del lenguaje, donde el lector/a, se deja llevar por la(s) protagonista(s) y quiere conocer todo de su vida. La estructura narrativa, que comienza en el presente y se dirige a distintos puntos del pasado para cerrar el círculo en el capítulo final (nuevamente en el presente) es, en sí misma, otra maravilla. A pesar del esfuerzo que requiere por parte del lector/a, la novela gana así, en empaque.

Portada aludida anteriormente

Se enlazan aquí, las vidas de tres generaciones de mujeres, de la misma sangre. ¿Familia? La forman por lo que dice el concepto tradicional del término, no así por cómo la conciben ellas. Y ése, es otro punto importante que toca la novela: la transformación que sufren los conceptos tradicionales, a medida que la sociedad y el mundo avanza. Cambian las ideas, cambian las estructuras, cambian las relaciones, dentro y fuera de la familia, dentro y fuera del entorno.

Y detrás de la historia, o en paralelo, los lectores avezados serán capaces de encontrarse a Marta Sanz o Annie Ernaux, porque no tanto en forma, pero sí en contenido, ellas están ahí. Medel bebe de muchas referencias sociopolíticas y culturales coetáneas y eso se lee.

Es una lectura que te deja pensando y eso, le da un plus. Parece que no es fácil salir de la vida de Alicia, la de Carmen o la de María. Seguramente por lo antes mencionado: las mujeres que leemos esta historia, estamos en muchas de sus páginas. Y no podemos dejar de preguntarnos, al final, en qué medida el dinero, determina tu vida: tus relaciones, tus aspiraciones, tus posibilidades, etc. Y es más: qué valor le estamos dando a ese dinero y en su lugar, dejamos de valorar las pequeñas cosas de la vida, las maravillas.

Por primera vez mencionó la envidia que Alicia había despertado en ella durante todo el curso, los chándales caros frente a la combinación de pantalones y sudaderas con los que ellas debían conformarse, y por primera vez mencionó también el alivio que aquella tarde le había supuesto, la tranquilidad que había sentido al regresar a casa y encontrar en el sofá a su madre y a su tía, a su hermano pequeño y a sus dos primas acabando las tareas; a su abuelo en la mecedora, bajada la persiana, forzando la noche. La tranquilidad, también, de oír la puerta cerrándose porque su tía y sus primas se marchaban, y la tranquilidad más tarde de la puerta abriéndose porque su padre llegaba de trabajar: corrió a abrazarle, y su padre le manchó la camisa de grasa del taller. Para el asunto del mensaje, Celia escogió uno sin vínculo aparente con la situación: «Las maravillas»

«Las maravillas». Elena Medel

*Para quienes tienen a bien pasar por aquí, diré que siento la intermitencia. Responde a las pulsiones del momento. Ojalá podamos avanzar de manera más regular por este camino.